Otra vez las
fantasías, te fuiste y volvieron las imágenes imaginadas no tan irreales. Ver
Sweeney Todd y amar la sangre artificial, ese hermoso rojo corriendo por los
cuerpos de las personas muertas, o vivas que luego pasarán a mejor estado. Y la
atracción, una vez más, hacia lo indebido.
Es el morbo, la
idea de que sea lo incorrecto pero a la vez que sea tan hermoso y artístico…
Querer hacerlo pero que la cordura se imponga a la insanía, una vez más, como
hace ya más de un año. Eras mi razón de seguir el camino correcto, y ahora que
te fuiste no sé si debo volver o no (no, claro que no debo volver, pero hay
días que quisiera volver a intentarlo, sólo para demostrarme a mí misma que soy
capaz de hacerlo y dejarlo; como una prueba a mi salud mental). No voy a
volver, así como vos no vas a volver, y eso es lo que más me entristece: lo más
importante que tenía en la vida, se esfumó igual que el vapor de un caño de
escape en invierno. Pero hay una diferencia: el vapor desaparece, vos no.
Creo que en
cierta forma es como la muerte misma debe sentirse, sólo que ahora seguís entre
los vivos pero cometiste suicidio para conmigo. Estás viva y no te dejás ver,
te mataste para que no te vea. Esto, es como ir al cementerio a hablarle a tu
lápida: yo te hablo, pero no me escuchás porque no estás ahí. Si estuvieras
muerta, te hablaría en cualquier momento del día y sabría que me estás
escuchando, porque siempre lo dije, sos quien me cuida y me mantiene en este
mundo; sabría que me escuchás porque estarías conmigo. Y ahora no: sé que no me
escuchás porque no estás conmigo, le hablo a tu lápida, a tu tumba vacía de
cuerpo y contenido. Le hablo a la nada misma.
Yo te voy a
seguir esperando. Y sabés qué? Aunque no lo sepas, por vos, voy a mantener mi
promesa, nuestra promesa. Aunque el rojo me llame, no le voy a atender.
Te voy a esperar siempre.
Te voy a esperar siempre.