No es la primera
vez que me pasa, pero como que llega un punto donde la cabeza hace un giro y
viene la inspiración para poner en palabras los pensamientos. Y hoy, sábado 26
de enero de 2013 a las 02:41 de la madrugada, es ese momento. Mañana tengo que
trabajar, pero, ya dejé pasar este momento muchas veces y no quiero hacerlo de nuevo.
Tengo la estúpida
idea de que el trabajo de uno tiene que hacerlo feliz, llenarlo espiritual y
mentalmente, o por lo menos sentir un
mínimo gusto al hacerlo. Y descubrí que no tengo ninguna de esas cosas, ni nada
que se le parezca. Siguiendo con los dichos, es como “lo querés hasta que lo
tenés y dejás de quererlo”.
Desde siempre
quise ser cajera: estar con la gente, ofrecer productos, manejar dinero y
computadoras, prestar un buen servicio, etc. Pero desde que entré al
supermercado, dejé de sentir todo eso para pasar a tener un vacío adentro.
Antes, cuando estaba en el Wendy’s y me encargaba de las tareas que les
llamábamos “comedor”, era feliz, me llenaba (no del todo, pero algo es algo), y
sentía gusto por hacerlo. Amaba comedor y sentía gusto de poder hacerlo,
hacerlo bien, y ayudar a los demás enseñando a hacerlo bien; más allá del “no
me lo reconocen”, ese lugar era especial y me sentía bien cada vez que iba:
Wendy’s era mi segunda casa y mi segunda familia con la que podía quedarme
horas después de terminar el trabajo sin ganas de volver a mi casa real. Pero
no en el supermercado: donde estoy ahora ni siquiera me dan ganas de poner el
despertador para levantarme y llegar a horario. Llego allá y pocos me conocen,
nadie se preocupa por la persona detrás de la empleada, no hago bien lo que
tengo que hacer por el simple hecho de que no tuve mucha práctica todavía, quiero irme lo más rápido posible al terminar el turno, no puedo
responder a nadie nada porque no tengo confianza con nadie, soy “la nueva” y
manejan los horarios como lo que creen que soy (un simple reemplazo por vacaciones
de empleados importantes); en resumen, no logro verle lo positivo más allá del
dinero que me den por ir seis días a la semana. Otra vez veo todo negro, o
cuanto menos gris oscuro.
Y ahora qué
sigue? Volver a renunciar y volver a otro período de vacaciones permanentes? O
seguir siendo la aplastada de la línea de cajas hasta que me acostumbre a ese
papel? Acaso existe un punto medio? Y no puedo hablarlo con quien quisiera,
sólo recibo “otra renuncia?!” de su parte, lo que no ayuda en nada; claro que
no estoy sola, hay una personita que volvió a mi vida y me alegra de que así
sea porque me trae luz a mi constante gris oscuro. Pero me sigue faltando
alguien más, supongo que es como un intercambio: si entra una persona, otra
tiene que salir. Sea por la razón que sea, me alegro que esa persona que volvió
haya vuelto, y esas preguntas ya encontrarán su respuesta.
Hay
que seguir mirando el lado luminoso de la vida, no? Aunque sea chiquita la lucecita. Sino vuelve todo a ser
negro, y es lo que menos queremos.