No sé porqué hoy,
o porqué ahora, siendo las 12:54 de la medianoche, que se me ocurre escribir
esto, después de tanto sin escribir ni publicar nada. Quizá sea por haber
escuchado y visto una canción que marcó un momento importante para mí. El video
que se ve abajo, se lo mostré a mi abuelo un domingo al mediodía en su
casa, por una razón que no recuerdo demasiado bien; pero sí recuerdo que le
gustó, y mucho. Es una versión del Ave María clásico, cantada por la gran Tarja
Turunen, ex Nightwish y actual cantante solista. Háganme el favor y tómense un
ratito para deleitar su sentido del oído.
Y esto me hizo
pensar en el poder místico y mágico
quizás, de la música. Él, un hombre de (en ese momento) unos setenta y pico de
años, escuchó a una nueva cantante con un estilo diferente al que estaba
acostumbrado, le gustó, se emocionó, e incluso me pidió que le bajara el audio
a la computadora. Ahora no sé qué será de ese audio, o si siquiera él se
acuerde de este episodio que estoy relatando, pero para mí fue importantísimo.
Creo que si la música
en sí misma, tomando forma cuasi-física en una canción, de melodía y letra
definidas, puede tener el poder de emocionar a las personas, de hacerlas sentir
tanto bien como mal, tanto reconfortadas como solitarias, debería ser esto en
lo que yo crea. No creer en dioses que jamás aparecen ni hacen nada por mí, no
creer en la gente que termina decepcionándome, no creer en cosas divinas que no
tienen manifestaciones reales; sino creer en lo que a mí me hace bien y me
ayuda a superar día a día las dificultades que el mundo me presenta. Y eso que a mí me ayuda es, justamente, la
música. Poder poner un cierto tipo de música en un cierto tipo de circunstancia
o para lograr un cierto estado de ánimo, o por el contrario, poder cambiar de
un estado a otro gracias a la música, en eso creo y quiero creer. La música no
decepciona, a lo sumo puede no gustar; la música no hace mal por sí sola, sino
que las personas le damos ese efecto; la música puede tener múltiples usos,
utilidades, y consecuencias en la vida. Los dioses (en realidad, el Dios cristiano)
en los que me enseñaron a creer requieren que hagamos cosas por ellos, cuando
ellos no siempre hacen algo por nosotros; no están ahí cada vez que los
necesitamos, pero nosotros tenemos que
estar siempre para ellos; y así miles de ejemplos más. (Cabe aclarar que fui
católica durante un tiempo, llegué a estar muy metida en ese tema, pero al
tiempo y justamente por esa decepción de la que hablaba antes, me terminé
alejando. Citando una canción, si hay un
Dios, algo tiene que hacer. Y ese Dios, tiene que aparecer; y a mí ese Dios
no me apareció cuando más lo necesitaba, por eso me alejé.)
Para dejar de dar
tantas vueltas sobre el mismo tema, la conclusión es que espero que hayan
entendido mis creencias, espero que no intenten convencerme que ese Dios que
quieren imponerme es lo mejor del universo y va a ayudarme en mis peores
momentos, espero que aunque no compartan lo que pienso, respeten mis creencias.
Espero que no me regañen cuando gasto gran parte de mi capital en recitales,
porque así como los cristianos van a las misas, yo voy a los recitales como
evento que reafirma y refuerza mis creencias, porque el artista es quien canta
las palabras que me hacen bien, así como el cura recita los salmos que a ellos
les hacen bien. Espero que, bueno, escuchen música si no lo hacen, por lo menos
para intentar sentir una probadita de ese poder emotivo que la música contiene;
si no les produce nada, por lo menos lo intentaron, y si de hecho les produce
algo, van a sentir una de las mejores cosas que existen en el arcoíris de
emociones.
Como final, esta
es una frase del tema que estaba escuchando cuando decidí escribir esto:
Our love will go on until the tears are gone (Until Silence – Tarja Turunen)
Interprétenlo como quieran, lo dejo a su criterio.