sábado, 14 de julio de 2012

Follow your dreams

Nunca supe bien qué eras, nunca lo tuve demasiado claro. Fue un proceso de quererte y odiarte muchas veces ambas cosas, y al final me pongo mal cuando te vas; de una u otra manera te hiciste querer y lo lograste, con todo lo que tenés y tu forma de ser. Y sí, obvio que me voy a poner mal, no puedo hacer menos por vos porque sé que no harías menos por mí. Cómo lo sé? Porque me viniste de frente y me lo dijiste como nadie antes me lo había dicho, porque me diste a entender que te importo; me dijiste las cosas de frente y realistas. La realidad se volvió real y lo asumí, es raro todo no?
Pocas veces me han venido a decir cosas como las que mi dijiste anoche. Es obvio que me iba a poner mal pero es necesario, no pain no gain. Me dijiste la verdad y me hiciste ver las cosas como son: nadie nunca me va a regalar nada, si quiero algo, tengo que conseguírmelo por mí misma. Seguir mi sueño, es lo fundamental y lo más importante antes que ninguna otra cosa. Y si tengo que sufrir en el medio, soportarlo; y si tengo que hacer cosas que no me gustan, hacerlas; y si no es inmediato, esperar, porque lo mejor viene al final del camino.
Tengo la cabeza abierta, muchísimo más que otras veces que dije que así era, veo las cosas muchísimo más claras y las entiendo muchísimo más.

Openminded
Follow your dreams

Gracias

miércoles, 4 de julio de 2012

Cómo hacerme feliz en dos horas

No es necesario aclarar quién es Emilie Autumn, y si alguien lo necesita, lo más resumido que puedo decir es que por ella empecé a estudiar violín. Importante a ese grado es en mi vida. Y vuelve a nuestro país, hoy salieron las entradas.
Ésta es la historia de cómo fueron mis últimas tres horas, en las que me enteré de que salían las entradas, la fui a comprar, y volví a mi casa.

Según Facebook,  hace dos horas publiqué “Chau, me voy a comprar la entrada de  Emilia antes de arrepentirme”…  Era obvio que no iba a arrepentirme, no me arrepiento de los recitales y mucho menos de alguien como Emilie; pero el precio era bastante alto y da cosa gastar tanta plata de un solo saque. Voy a buscar la plata y pienso “no, la gente que me regala plata quiere que la use en algo que me guste y me haga bien, algo especial. Qué es más especial para mí que un recital?” Y en vez de agarrar la plata de todos los días, agarré la “plata especial”, esa que guardo para ocasiones especiales. Me saqué las pantuflas, me puse la campera, y salí corriendo. Mi madre me miró raro y me dijo "por qué estás tan apurada?", a lo que no pude más que decir la verdad: "porque soy una maldita fanática!", y me lancé a la calle.
Pocas veces corro yo por la calle, tiene que pasar algo muy importante o estar muy retrasada  para correr; pero hoy corrí: corrí hasta el subte hasta que no me daba más el pecho (el subte está en mi misma manzana, tengo un estado físico deplorable, claramente). Ya dentro del subte bajé las escaleras corriendo y justo vino el tren. Me senté y miré el piso, y miré por la ventana y de nuevo al piso. Me mordía las uñas, ponía la cabeza entre las manos, me temblaban las piernas y me dolía el cuerpo, me desesperaba estando sentada, no podía parar de pensar “ya salieron, ya salieron, ya salieron y yo no me la compré”; esto se llama adrenalina. A todo esto, no tuve mejor idea que ponerme Unlaced para escuchar, el disco de violín eléctrico instrumental de quien iba a comprar la entrada. Me bajo, corro caminando, hago la combinación, corro caminando, bajo la escalera corriendo y otra vez justo vino el otro tren. Me senté y seguía desesperada, no podía contener mi emoción y adrenalina. Llego a la estación, me bajo, y subo las escaleras fijas de dos en dos los escalones; jamás en la vida subo los escalones de dos en dos salvo contadas excepciones, y claramente ésta fue una de ellas.  Llego a la calle y otra vez camino corriendo por las angostas calles del centro.
Llego a la galería donde está Ticketek y ruego que siga abierto. Entro al local y me atiende un chico. No puedo hablar, estoy cansada, agitada y sin aire. “Viniste corriendo?” me pregunta sonriente, a lo que le respondo que sí con el poco aire que me queda. Le pido la entrada, me pregunta quién es ella y trato de explicarle: “es una violinista”, “ah, y qué toca, onda Tarja?”. Oh, el chico conoce de buena música. “Nono, ella no es lírica… Tiene un estilo especial”. Y se da cuenta que no puedo hablar más. Me da mi entrada y me decepciono al ver el número 514, pero me explica que es simplemente un número de control para ellos; me río y le explico que nos peleamos por conseguir las primeras, nos reímos los dos y salgo del local. Apenas salgo miro la entrada, y me caigo al piso contra la pared. Me río sola, estoy feliz; miro la entrada, miro el techo, vuelvo a mirar la entrada y respiro sonriente y aliviada: es mía, la tengo, me voy a ver a Emilia.
Salgo de la galería y, como indica la cábala, me voy al McCafé que está a dos cuadras de Ticketek. Cábala? Sí, la vez pasada salí de comprar la entrada y lo primero que hice fue ahogar mi entusiasmo en un Frappé de ese lugar, esta vez fue un café con leche y un tostado los que me ayudaron a calmar mi adrenalina. Seguía sin poder creerlo y respiraba poco y pausado. Igual que cuando caminaba por la calle: en cuanto me levanté del piso, caminaba entre nubes, en mi propio mundo, sin importar los cientos de personas que caminaban a mi lado en la transitada peatonal, a paso lento y respiración pausada caminaba en el aire pensando en que mi mochila contenía el mayor tesoro que podía conseguir. Y así caminando entre burbujas, llegué al McCafé y merendé. Cuando terminé, salí del lugar, ya muchísimo más aliviada y normalizada, caminé hasta llegar a la avenida y me tomé el colectivo para volver a mi casa.

Relato de cómo hacerme feliz en dos horas.
Gracias Emilie por volver y hacerme volver a sentir esa adrenalina cuando voy a buscar el ticket a lo que promete ser otro día inolvidable.