“Vos consumiste algo anoche? Sí, seguro, si está pasadísima”
“Tiene relaciones pasajeras hasta que se dan
cuenta de lo mierda y manipuladora que es”
“Debe tener relaciones de un tiempito y nada más.
O el que se la coge, o la que se la coge, promiscua que es”
“Vos estás enferma, aunque tengas 22 años voy a
hacer que te internen a la fuerza”
“Te acordás cuando estaba con [ex], que parecía
equilibrada?”
“Y vos cuánto ahorraste para comprar esta casa?”
“Mucho” “Bueno, entonces no pretendas que habiendo trabajado menos de ocho
meses me compre una casa y me vaya como vos querés” “No pretendo eso, pero si
vas a vivir acá, vas a hacer todo con mis reglas”
“Ay, tanto sueño que tenía y ahora prende la
computadora para ir a contarle a su grupito de cómo la maltrata la familia y
que la compadezcan. Esas amistades de mierda que tiene, trolos drogadictos”
Qué lindo cómo se
manejan los términos en mi casa. Ellos me gritan, yo les grito, entro en ataque
como hace mucho (muchísimo) que no entraba, sigue todo por media hora o incluso
más, nos escuchan hasta en China, mi garganta no da más, mi cabeza tampoco, y
mi billetera no es lo tan grande como para irme a un hotel a dormir. La concha
de dios, un día de estos van a aparecer muertos (no bueno, no tanto… Pero hay
veces que daría, no?)
“Y ahora, como es
MI casa, no va a usar MI internet”. Esto fue escrito a las 02:56 a.m. del
domingo 29 (noche de sábado), publicado a esta hora por ser el primer acceso a
la red posible después del episodio. Pretendo dejar rastro de mis emociones
momentáneas, aunque ahora no piense lo mismo que pensaba durante el ataque,
siempre considero importante escribir .
Mandar un mensaje
a Chicago, ver fotos de Colonia, relajarme. Dormir. 03:17 a.m.