Perdí una parte de mi vida, así como lo escribo y se lee. No es que ya la haya olvidado, como sí olvidé tantas otras cosas que desearía recordar, pero dentro de muy poco voy a olvidarlo si no lo escribo. Así funciona mi mente: lo vivo, lo escribo y lo recuerdo; lo vivo, no lo escribo y lo olvido eventualmente.
Fueron puntualmente dos hechos que en su momento tuvieron fecha, y ahora ya no. Por qué? Porque no los anoté y no sé qué día pasaron (un hecho sí sé la fecha porque coincide con un acontecimiento de orden nacional difícil de olvidar, pero el otro fue un día más en la vida del mundo y no lo recuerdo). Hoy, ahora, miércoles 29 de agosto de 2012 a las 16:20 los recuerdo y por eso voy a poner una hoja extra en mi libreta para relatar lo que me acuerdo, aunque sin fecha, como para tener una mínima noción de lo que fueron esos días. Algo es algo, no?
Además de esos dos hechos que hoy recuerdo, porque no pasaron hace mucho, hay otra parte muchísimo más grande de mi vida que perdí por ni siquiera tener noción de mis problemas para recordar y no tener una libreta de anotaciones: mi secundario. No es que me importe recordar a mis compañeros ni mucho menos a mis profesores o mis notas; pero un viaje es algo que debería recordar, no? Tuve cuatro viajes importantes en esos cinco años: Madryn a los 14, Misiones a los 15, Tilcara a los 16, y Bariloche a los 17; y de cada uno recuerdo casi solamente las fotos que tomé, como si la memoria de la cámara y mi memoria fueran exactamente la misma. Bien que recuerdo ciertas cosas además de las fotos, pero la mayor parte del viaje se quedó en cada uno de esos lugares mientras yo estaba en el micro. Paisajes y sensaciones como esas no son olvidables, pero mi mente decidió olvidarlos.
Por eso tengo una libreta, un blog, redes sociales con historiales permanentes, entre otras cosas que me ayudan a recordar; pero hay veces que me gustaría no tener que recurrir a dispositivos externos a mi mente para ir a un determinado momento de mi vida.