lunes, 6 de diciembre de 2010

La Mancha

Esto es un trabajo que tuve que hacer para la facultad, con la consigna de Zoom (enfocar a algo), pero que va muy bien con lo que me esta pasando ahora

La Mancha

No era la primera vez que lo hacía. Tenía experiencia. Aunque ya había pasado mucho tiempo, y con su correr se va perdiendo la mano. Allí, otra vez. Dos años habían pasado, y ese día ese lapso iba a cortarse, igual que la carne.
El cortante siempre estaba en la mochila, por las dudas, nunca estaba de más tenerlo en ese pequeño bolsillo. Por suerte, nunca más había sido necesario. Hasta ese momento, el día en que los límites de lo prometido habían sido cruzados.
Otra vez el filo contra la piel, otra vez el frío y calor al mismo tiempo. Otra vez.

Después de hacerlo, de romper esa promesa que por un par de años había parecido irrompible (e innecesaria de romper), la hoja alojada en el soporte de plástico verde estaba manchada. Otra vez.

Los detalles nunca habían parecido tan claros como en ese momento. Las finas líneas que dividían en cinco partes iguales, de forma rectangular más bien parecidas a un paralelogramo, eran más notorias que nunca. ¿Por qué? Simplemente porque antes no habían sido objeto de atención. La atención estaba fija en la primera (o la última, dependiendo del punto de vista de quien observe) de estas cinco partes: tenía la punta rota, le faltaban pequeños trocitos de metal en su esquina inferior izquierda. Claro que este elemento no tenía una sola finalidad, también era usado para otras cosas, como rayar la mesa del colegio o cortar las cintas que unen la tapa de una caja cuando algún objeto es nuevo. El recipiente que sostenía el filo estaba rayado, seguramente por la tijera del bolsillo que compartían o por haberse caído alguna de las veces anteriores. Otro detalle sobre el soporte: no tenía culata, esa pequeña pieza de color negro que evitaba que la hoja se saliera del soporte. Seguramente esa ausencia había facilitado las cosas muchas veces, en tiempos de apuro, donde solo era necesario un alivio momentáneo, rápido y fácil de obtener. La empuñadura de este pedazo de plástico verde tenía una mano dibujada, en la exacta misma posición en la que había sido usada ese día como hacía más de 730 noches. Finalmente, esa sustancia rojiza goteando del filo, ayudada por la aspirina, corría tanto por el metal inorgánico como por la sustancia orgánica de la que todos estamos hechos. Tan llena de datos, sentimientos, células, penas y anticuerpos corría como un río naciente de una montaña, como la lava desbordada del borde de un volcán en erupción, tan rápida y tan lenta, corría. Ese día, la sangre fue objeto de atención. Ese día todo parecía agrandado como con el ojo de una lente de una cámara fotográfica. Ese día, dibujó una rama en forma de horqueta, de esas que usan los niños para hacer resorteras; dibujó un mapa hídrico, parecido a la geografía de Santiago del Estero; dibujó tantas otras cosas, que quienquiera que mirase encontraría algo diferente.
Cierta marca de rollos de cocina es anunciada en la televisión por tener “los paños más absorbentes del mercado”. Esa marca, ese día, cumplió su promesa. Al igual que una promesa fue rota, otra fue cumplida. Esa promesa dibujó un manchón de tinta roja y un lago, dibujó un monstruo infantil y una pelusa sobre el blanco fondo. Era verdad, efectivamente eran muy absorbentes.

Los azulejos celestes quedaron iguales, la cortina siguió igual de blanca, el espejo igual de reflexivo que siempre, las ventanas reflejaban la luz grisácea de la luna. Nada había cambiado en el entorno. O casi nada, solamente había habido una modificación: el agua del inodoro no estaba transparente al igual que cuando la puerta se había cerrado, ahora tenía un tinte rojizo causado por la misma sustancia que provocó la mancha en el filo del cortante verde al que le faltaba la culata negra. El resto de los colores no habían cambiado. O quizás sí habían cambiado, pero a menos que en ese mismo momento se hiciera una tomografía del cerebro para verse los nuevos tonos, los colores no habrían cambiado nada.

3 comentarios:

  1. Me encantó cómo lo describiste. Mucho, mucho. No el sentimiento que te llevó a hacerlo, no. Eso lo entiendo, o por lo menos puedo reflejarme en eso. Pero la manera en que está escrito el texto es muy buena. Congratulations (?) Yo no podría escribir nada de ese tema para la facultad o para cualquier cosa que implique que otras personas que conozca puedan llegar a leerlo.

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  2. Gracias Pili!
    Yo la verdad escribo sobre esas cosas porque es sobre lo que mas se digamos... Me pedis que te haga un cuento de hadas y seguramente te lo pueda hacer, pero va a ser una copia barata de algun otro, con esto puedo hablar desde mi experiencia sabiendo y sintiendo lo que escribo. Por un lado se me hace mas facil porque es como contar mi vida, y por otro le doy ese toque personal mio que nadie mas va a tener porque nadie vivio lo que yo vivi
    Anyway, thanks! ^^

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  3. Nuevamente una historia tan triste escrita de manera tan bella!!!
    La tristeza de saber que es autobiográfica me inunda, como tu mancha roja se esparce por mi pecho y estalla. En realidad siempre lo supuse, pero leerlo es distinto. La vida tiene que tener otro sentido para vos, buscá, no dejes de buscar cuál es el sentido. Aceptá que sos valiosa para otros, para mí. Odio saber esto porque me dice que yo no te sirvo. No te sirvo para agarrarte a la vida, no te sirvo para mostrarte que se puede, no te sirvo para entusiasmarte con lo bello, con lo alto, con la luz, con la verdad.

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