martes, 26 de febrero de 2013

Niños diez


Yo sé lo que estás haciendo, tus jueguitos mentales ya no funcionan en mí porque me hice inmune a lo largo del tiempo, aprendí a no escucharte por mi propio bien. Pero hay algunos que no saben recibirlo como el agua que a mi resbala, y les hace mal. Yo soy inmune, él no; y le estás hablando a él, no a mí. Cuidá tus palabras.

Hace unos minutos, por encima de mi música de Bach, tuve la desgracia de escuchar otra de las clásicas discusiones nocturnas en mi casa; ya son moneda corriente, no me afecta una más o una menos, pero creo que esta vez tengo que decir algo. Haciendo contexto, mi hermano tiene que dar materias para el colegio así no repite, y Madre lo sermonea todas las noches sobre eso. Pero esta vez fue demasiado lejos, hasta Padre logro darse cuenta de eso y se lo hizo notar; claro que para ese entonces, mi hermano ya estaba en su pieza con un ovillo enredado adentro de la cabeza.
Madre fue siempre “niña diez” en todo lo que emprendió, y trata de inculcarnos a nosotros, su descendencia, el concepto de “si yo pude, vos podés”, cosa que a mí me dejó como estoy hoy en día, y creo que mi hermano va por el mismo camino. Qué me dejó a mí? La idea de que soy una buena para nada que no le da la cabeza. Y me la creí, y me la creo, y por eso no estudio nada: porque me metieron en la cabeza (o por lo menos esa fue mi interpretación) que no sé estudiar, que no me cuesta, y que puedo seguir el ejemplo de mi Madre si tengo ganas y hago un esfuerzo. La realidad es que me creí el papel de la que no sabe, y terminé realmente no sabiendo nada: hoy en día necesito hacer cuentas simples con la calculadora, no puedo ni siquiera pensar en analizar una fórmula física ni química ni matemática, la contabilidad (supuesta especialidad de mi colegio) no la entiendo, el derecho jamás logré aprenderlo, etc. Para lo único que siento que soy buena es para las cosas que no sirven: las letras, la escritura, la música, el arte es lo mío y no sirve para nada. No tengo motivación económica ni mental para estudiar, entonces qué? Y por lo que veo, mi hermano está yendo por el mismo camino, y no quiero que termine como yo.

The same tricks that once fooled me / They won't get you anywhere / I'm not the same kid from your memory / Now I can fend for myself ♫
Yo me puedo defender, mi hermano no. Y no quiero que termine como yo.
[Ah, y si sos familiar mío y estás leyendo esto, get the fuck off and mind your own business, you are not welcome here. Yeah, you know I’m talking to you, do yourself a favor, get lost.]

jueves, 21 de febrero de 2013

Ataque de Inutilidad


“Crecé para estudiar, el estudio te va a salvar la vida” es básicamente lo que dijeron todos siempre en mi familia, el mandato familiar por decirle de alguna manera. Y claramente, como la loquita que dicen que soy, me toca romperlo.
Hoy lo rompí mentalmente, pero no solamente siento que los decepciono a ellos, sino que se me vino el peso del mundo encima de mí. Encima de mí. De mí. No de los demás, esta vez la ficha me cayó a mí, y tengo que soportarla por lo menos hasta la noche.

Haciendo un poco de historia… En 2010 me anoté a una carrera, a mitad de 2011 me anoté a otra, y ninguna de las dos me entusiasmó  lo suficiente como para decir “vale la pena soportar ciertas materias aburridas porque lo mejor está por venir”. De la primera, me anoté a un final para no perder la regularidad, pero el sistema no me dejó anotarme y perdí las inscripciones para este primer cuatrimestre de cursada. De la segunda, nos anotamos con una compañera para dar un final, pero no le dimos la suficiente atención y seguramente también pierda la fecha. Y jamás me afectó no haberlas podido seguir (y ni pensar en terminarlas). Hasta hoy. Hoy quise anotarme y el sistema volvió a rechazarme, sumado a que de la otra carrera no tengo idea de las fechas, sumado a que mi nivel de Inglés ni siquiera figura en el sitio del lugar donde voy, sumado a… Bueno, muchas cosas que no importan. Esto es lo que se conoce como Ataque de Inutilidad.
Además, hay algo que la gente llama “vocación” (dícese de aquella profesión que una persona ama y siente que daría cualquier cosa por lograrlo). Creo que eso me falta, el ADN quedó incompleto o algo así, peo no lo tengo, yo porqué estudio? Por el dinero, obviamente; aunque no estudiaría algo que no me guste sólo por el hecho de que me diera dinero. El tema es: ninguna de las dos carreras que empecé tiene futuro monetario alguno. Y no quiero ser una persona llevada por la vocación, pobre pero feliz; y lo admito: me gusta el dinero y me gusta saber que si quiero comprarme algo, puedo hacerlo libremente. Y esa seguridad, estas dos carreras no me la pueden dar.

Así que así se siente? Esto es ser un cero en la vida? No tener trabajo ni estudios ni planes para conseguir alguno de los dos, así se siente? No me gusta.

martes, 5 de febrero de 2013

Fechas


Vuelven las fechas. Vuelve Agosto y vuelve Febrero, vuelven Marzo y Abril. Vuelven todos los días que decido que vuelvan. Bueno, no lo decido, sino que simplemente vuelven por sí solas a un lugar donde nadie las llamó ni son bienvenidas. Vuelven para arruinarnos el día, la tarde, o el momento; pero nunca traen alegría con su presencia. Son números, son hechos, son personas, son horas, son cosas inmateriales que tienen efecto en el plano totalmente material; o acaso el cuerpo no es algo material y sensible, en todos los sentidos de la palabra? Son agradables y desagradables, son cosas que pasaron y siguen pasando, son eso que esté pero a la vez no.
El disparador puede ser cualquier cosa: una palabra, una imagen, un mensaje, un tweet o una actualización, una persona, un lugar o algo que creíamos perdido pero apareció después de mucho tiempo. No importa cómo empiece, sino cómo termine. Cada fecha tiene su inicio y final determinados y predeterminados, como que Calibri sea la fuente predeterminada en éste Word. Pero, al igual que la fuente, las reacciones finales pueden cambiar cada vez que abrimos el Word o una fecha.
Pasaron. Después de terminar, volvieron. Y seguirán volviendo. Porque nada puede deshacer lo que ya está hecho ni predecir el futuro. Pero, como dice arriba, hay cosas que vienen predeterminadas y se sabe cómo (y, a veces, hasta se sabe porqué) van a pasar.

sábado, 26 de enero de 2013

Idas y vueltas en muchos sentidos


No es la primera vez que me pasa, pero como que llega un punto donde la cabeza hace un giro y viene la inspiración para poner en palabras los pensamientos. Y hoy, sábado 26 de enero de 2013 a las 02:41 de la madrugada, es ese momento. Mañana tengo que trabajar, pero, ya dejé pasar este momento muchas veces  y no quiero hacerlo de nuevo.

Tengo la estúpida idea de que el trabajo de uno tiene que hacerlo feliz, llenarlo espiritual y mentalmente, o  por lo menos sentir un mínimo gusto al hacerlo. Y descubrí que no tengo ninguna de esas cosas, ni nada que se le parezca. Siguiendo con los dichos, es como “lo querés hasta que lo tenés y dejás de quererlo”.
Desde siempre quise ser cajera: estar con la gente, ofrecer productos, manejar dinero y computadoras, prestar un buen servicio, etc. Pero desde que entré al supermercado, dejé de sentir todo eso para pasar a tener un vacío adentro. Antes, cuando estaba en el Wendy’s y me encargaba de las tareas que les llamábamos “comedor”, era feliz, me llenaba (no del todo, pero algo es algo), y sentía gusto por hacerlo. Amaba comedor y sentía gusto de poder hacerlo, hacerlo bien, y ayudar a los demás enseñando a hacerlo bien; más allá del “no me lo reconocen”, ese lugar era especial y me sentía bien cada vez que iba: Wendy’s era mi segunda casa y mi segunda familia con la que podía quedarme horas después de terminar el trabajo sin ganas de volver a mi casa real. Pero no en el supermercado: donde estoy ahora ni siquiera me dan ganas de poner el despertador para levantarme y llegar a horario. Llego allá y pocos me conocen, nadie se preocupa por la persona detrás de la empleada, no hago bien lo que tengo que hacer por el simple hecho de que no tuve mucha práctica todavía, quiero irme lo más rápido posible al terminar el turno, no puedo responder a nadie nada porque no tengo confianza con nadie, soy “la nueva” y manejan los horarios como lo que creen que soy (un simple reemplazo por vacaciones de empleados importantes); en resumen, no logro verle lo positivo más allá del dinero que me den por ir seis días a la semana. Otra vez veo todo negro, o cuanto menos gris oscuro.
Y ahora qué sigue? Volver a renunciar y volver a otro período de vacaciones permanentes? O seguir siendo la aplastada de la línea de cajas hasta que me acostumbre a ese papel? Acaso existe un punto medio? Y no puedo hablarlo con quien quisiera, sólo recibo “otra renuncia?!” de su parte, lo que no ayuda en nada; claro que no estoy sola, hay una personita que volvió a mi vida y me alegra de que así sea porque me trae luz a mi constante gris oscuro. Pero me sigue faltando alguien más, supongo que es como un intercambio: si entra una persona, otra tiene que salir. Sea por la razón que sea, me alegro que esa persona que volvió haya vuelto, y esas preguntas ya encontrarán su respuesta.
Hay que seguir mirando el lado luminoso de la vida, no? Aunque sea chiquita la lucecita. Sino vuelve todo a ser negro, y es lo que menos queremos.